viernes, marzo 27, 2015

Corre, Corre, que se comen a Jesús y no nos dejan nada".



Corre, corre, que se comen a Jesús y no nos dejan nada.

Corre, corre, que una niña se está comiendo a Jesús y no nos dejará nada. Me gritaban asustados los niños(as), del segundo grado que se preparaban para hacer su primera comunión. Estábamos todos(as) afuera de la Iglesia para entrar en la procesión. Cuando de pronto una pequeña de cuatro años tomo las hostias sin consagrar que estaban en la mesa de las ofrendas. Sin más y con sus dos manos se las llevo a la boca provocando el desconcierto de los presentes.

Esta anécdota me ha ayudado a reflexionar seriamente, y me lleva a pensar que si todos nos comiéramos a Jesús con la avidez que esta niña lo hizo, el mundo sería diferente. Es tan difícil convencernos de las palabras de Jesús cuando nos dice; “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo” (Juan 6: 51).

Durante la Pascua la Eucaristía debería ser el culmen de nuestra vida cristiana. Una vez más el Señor Jesús nos da su Cuerpo y su Sangre, para continuar nuestro peregrinaje hasta llegar a Él.

La Eucaristía nos recuerda que:
  • Dios es amor y al creer esto debemos vivir dando amor a los demás
  • El Señor Jesús nos dio ejemplo de cómo servir
  • El amor y la caridad fraterna vale la pena hacerlo vida
La Celebración de la Eucaristía, es una comida para toda la familia. Es un banquete que nos ayuda a tener intimidad con Dios. No perdamos de vista que es el Señor Jesús quien estrecha esta unión. Por lo tanto celebremos con alegría esta Pascua que apenas comienza. Ojalá que todos(as) corramos al encuentro del Señor Jesús y lo comamos con la avidez que la niña lo hizo.

©Lupita Vital Cruz
Directora del Apostolado Hispano
vital@dsj.org